Un homenaje a la arquitectura de calidad, al trabajo de los arquitectos entregados a ofrecer lo mejor de su obra a la sociedad, un acto emotivo, sincero y en el que se reconocía el valor de los buenos edificios, y, sobre todo, de los arquitectos que están detrás. Así fue la entrega del galardón COAA+10, que recayó en su primera edición en el Easmu, el Edificio Administrativo de Servicios Múltiples del Principado, y que coincidió con la entrega de las insignias de oro del Colegio a los arquitectos que llevan más de 50 años en ejercicio.
El Easmu fue el edificio ganador de la primera edición del COAA+10. Proyectado por los arquitectos Manuel Hernández Sande, Enrique Hernández Sande y Enrique Perea Caveda, el jurado coincidió en que cumplía con todos los requisitos que se buscaban en la convocatoria del premio. Tal y como explicó la decana, Sonia Puente Landázuri, en su discurso durante el acto, “los méritos de este edificio deben apuntarse en la cuenta de quienes lo concibieron y contribuyeron a su construcción: arquitectos, promotores y constructores. La buena arquitectura es sin duda el resultado del trabajo en equipo”, apuntó, e hizo énfasis en el carácter de obra colectiva que tiene el levantamiento de un proyecto.
El galardón lo recogió el consejero de Infraestructuras, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente del Gobierno asturiano, Fernando Lastra, que al agradecer el reconocimiento al edificio en el que se encuentra su despacho, insistió en el carácter social del trabajo de los arquitectos. “De ustedes se esperan respuestas viables, eficaces y eficientes a las exigencias de vivir en comunidad, a los retos que plantea la movilidad, a organizar la cotidianeidad de residir en un lugar y trabajar en otro, a cómo organizar el ocio o a cómo planificar el futuro que exige nuevas residencias, tanto como las maneras de organizar los servicios públicos”, expuso como reto a los numerosos asistentes a una tarde de fiesta para la arquitectura asturiana. Los galardonados, los tres arquitectos de cuyas mesas de trabajo salió todo un símbolo de la autonomía de Asturias, se mostraron muy emocionados con el reconocimiento, y explicaron cómo se fraguó el edificio que acogió el acto y del que surgió una alianza profesional duradera. Intervinieron también Juan Ramón García-Secadas, consejero delegado de SEDES, e Ignacio Fernández del Páramo, concejal de gobierno del Área de Urbanismo y Medio Ambiente.
Tras la entrega del COAA+10 se procedió a condecorar con la insignia de oro a los arquitectos que cumplían 50 años de profesión. En concreto, recibían el reconocimiento Ramón Fernández-Rañada, Ángel Mayor, Enrique de Balbín y Javier Calzadilla. El quinteto de arquitectos reconocidos en este ejercicio lo completaba Arturo Gutiérrez de Terán, que no pudo asistir a este acto y que recogió su insignia el día 23 de enero.
De los cuatro arquitectos, los miembros de la Junta de Gobierno del COAA encargados de glosar su figura destacaron su aportación a la sociedad. Marcos de Balbín, secretario del COAA explicó que hablar de Ramón Fernández-Rañada es hablar de una forma identificable de hacer urbanismo. “Es hablar de una forma consciente e intencionada de hacer ciudad y de una forma consciente e intencionada de abordar la ordenación y la protección del territorio, fruto de una forma de ejercer su profesión, como parte de un compromiso y un interés por el mundo en el que habita”, explicó. Marcos de Balbín también fue el encargado de glosar la figura de Enrique Balbín, su padre, en una emotiva intervención en la que dijo que “él ha desarrollado el ejercicio de la profesión como parte de una experiencia compartida en la que siempre ha reivindicado su espacio vital y su libertad de pensamiento. Hablar de su trabajo es hablar de planeamiento y ordenación territorial, es hablar de función pública, y es hablar de arquitectura”, dijo.
Por su parte, José Ramón Puerto, vocal de cultura del COAA se encargó de presentar la figura del Ángel Mayor. De él dijo que ha dejado su obra en la calles de Gijón, “con proyectos tan visibles en la ciudad, y tan esperados y expuestos a críticas, como la rehabilitación de la Gota de Leche, las piscinas del Grupo Covadonga y el Plan Especial del Muro” y señaló que estamos ante un arquitecto que “ha dedicado muchas horas de su tiempo a trabajar por mejorar esta profesión y la vida de todos los que, novatos o veteranos, nos dedicamos a ella”. Ángel Mayor no pudo asistir a la entrega de la insignia, que fue recogida por su hijo, también arquitecto.
El acto se cerró con el reconocimiento a Javier Calzadilla, que fue glosado por Sonia Puente Landázuri, decana del COAA. Puente Landázuri explicó que “Javier ha hecho tanto y tan bien, en una vida profesional larga y plena que, al intentar describirla, afloran dos peligros opuestos. Si se enumeran con minuciosidad sus obras y sus éxitos, puede parecer que caería en la adulación. Pero si por el contrario, se pasa de puntillas sobre todos esos logros, existe el riesgo de ser cicateros y no reconocer como se merece una trayectoria admirable”.
A continuación adjuntamos los discursos pronunciados en el acto y el vídeo de la jornada:
VÍDEO DE LA JORNADA