Valentín Arrieta es un apasionado de la arquitectura, el patrimonio arquitectónico y de la huella que dejan los grandes maestros de la profesión en las ciudades y en la sociedad. Fruto de ese interés por el legado de aquellos que le precedieron surge su participación en el Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias a través del Grupo de Trabajo de Patrimonio, y también su última colaboración: es el autor del libro y el comisario de la exposición sobre la obra de Mariano Marín que acaban de ser presentados en la sede de Gijón del COAA.
Aún quedan unos días para visitar la exposición sobre la obra de Mariano Marín que acoge la sede de Gijón del COAA. ¿Cómo fue el trabajo realizado para ella y para el libro sobre el mismo tema?
Ha sido un largo proceso de aproximadamente un año de duración, con una primera fase de investigación bastante concienzuda, pues se trataba de alcanzar el máximo conocimiento sobre el global de la obra de Mariano Marín Rodríguez-Rivas, para posteriormente elegir aquellos trabajos más representativos. De esta manera se seleccionaron 35 obras que fueron analizadas, siendo recogidas en el libro y la exposición, con abundante material gráfico obtenido de los proyectos originales e incluso fotografías de época.
¿Toda la obra de Marín era ya conocida?
Es cierto que gran parte de las obras de Marín eran de sobra conocidas por todos, como la estación de servicio MAYFER o la sede del Club de Tenis de Gijón. Pero durante la investigación re-descubrimos muchos otros edificios de gran interés, como el grupo escolar de Aboño, e incluso hemos podido sacar a la luz proyectos que nunca pasaron del papel, como una innovadora casa con estructura modular de acero de 1960, o un auditorio al aire libre en el Parque de Isabel la Católica de Gijón.
¿Cómo surgió la puesta en marcha de esta iniciativa?
El mérito es del COAA con la convocatoria del I Premio Castelao a una trayectoria profesional, concedido el año pasado a Mariano Marín. Aprovechando la ocasión se decidió estudiar su extensa obra y darla a conocer a la sociedad, motivo por el cual se planteó la posibilidad de editar un libro y organizar la exposición, hechos que han podido llevarse a cabo gracias a la colaboración de muchas entidades y personas individuales que se han comprometido con la iniciativa. Esperamos que sea el primero de otros muchos merecidos reconocimientos a grandes arquitectos de la región, y que poco a poco vayamos valorando en su justa medida la calidad de nuestra Arquitectura.
¿Qué valor tiene el trabajo que nos dejan los grandes arquitectos que dibujaron hace décadas las ciudades asturianas?
El aprendizaje puede ser muy positivo para nosotros, pues ellos reflexionaron sobre aspectos arquitectónicos, urbanísticos y constructivos que también manejamos hoy en día en un contexto muy similar. Considero que el manejo de referencias de calidad es fundamental para facilitar nuestro proceso proyectual, y que la investigación constante debe ser una de nuestras prioridades. Creo que para avanzar es necesario mirar siempre de reojo hacia el pasado. Pero su obra no solo debe sernos útil para el desarrollo de nuestra profesión, sino que el legado que nos han dejado ya forma parte de nuestro patrimonio arquitectónico y como tal es necesario que lo valoremos y divulguemos, haciendo partícipes de ello al resto de la sociedad. Si conseguimos que la gente valore la buena arquitectura terminará revertiendo positivamente en la profesión, pues nos demandarán buena arquitectura.
Hablando de patrimonio… formas parte como coordinador del Grupo de Trabajo de Patrimonio del COAA. ¿Qué te aporta esta participación?
Fundamentalmente me aporta la oportunidad de intercambiar impresiones sobre intereses comunes con otros colegas, algunos de ellos con distintas formas de pensar y diferentes grados de experiencia. También nos permite hacer frente común en causas que afectan a la conservación de nuestro patrimonio, en las que los arquitectos tenemos mucho que decir. En estos momentos estamos realizando una actualización de las fichas de edificios asturianos incluidos en el DOCOMOMO, lo que nos está permitiendo reflexionar sobre obras de gran calidad que tenemos en nuestras ciudades y que de otra forma pasarían desapercibidas. Tratamos una gran variedad de temas relacionados con el Patrimonio Cultural y la opinión de todos es importante, lo que revierte en un enriquecimiento de cada uno como arquitecto y como persona.
¿Qué les dirías a aquellos colegiados que acaban de llegar al colegio sobre la implicación con este y el trabajo que se puede desarrollar bajo su paraguas?
Les aconsejaría implicarse en la medida de lo posible en todo aquello que afecte a su profesión, especialmente si tiene lugar en su entorno más inmediato. Les recomiendo que estén en continua actualización y siempre con ganas de aprender cosas nuevas, y el Colegio es un magnífico medio para hacerlo por los servicios que nos ofrece. Aislarse del colectivo no deriva en nada positivo. Sinceramente creo que la unión hace la fuerza, y que durante una conversación con un arquitecto de experiencia se puede aprender más que leyendo veinte libros.
¿Cómo ves la intervención en el patrimonio en la actualidad?
Con luces y sombras. Por una parte, creo que estamos más preparados que nunca para afrontar este tipo de intervenciones con garantías de éxito, entre otras cosas debido al establecimiento de nuevas metodologías de análisis y diagnóstico multidisciplinares que aportan un mejor conocimiento de los edificios, facilitándonos el planeamiento de las prioridades y necesidades de cada uno. Desgraciadamente, al igual que sucede en otras ramas de la profesión, el dinero suele ser el único parámetro a tener en cuenta a la hora de contratar un estudio o proyecto de este tipo, así como el único criterio a la hora de intervenir. Y esto en el mejor de los casos, ya que las necesidades están muy por encima de las inversiones realizadas durante los últimos años, por lo que tenemos mucho por hacer.
Desde el punto de vista de las teorías de restauración seguimos (y seguiremos) entre la dicotomía conservación/renovación, que mal entendidas pueden llevar a la ruina o a la irreversible modificación del bien, por lo que deberíamos valorar los criterios de protección e intervención para cada edificio en concreto, sin establecer normas tan rígidas que puedan desembocar en la ruina de un edificio. Debemos velar por el correcto mantenimiento de sus principales valores, aunque para eso sea necesario actualizarlo. La sensibilidad del arquitecto y de los organismos de control deberían determinar el acierto de la intervención en cada caso.
¿Por dónde crees que pasa el futuro de la profesión?
Por la colaboración y la especialización. Así lo establece el mercado y la sociedad actual, donde cada uno deberá aportar su grano de arena a un proyecto común. Sin embargo, no hay que perder de vista que el arquitecto se caracteriza, por encima de todo, por su capacidad de análisis global de los problemas a los que se tiene que enfrentar, y que si somos capaces de mantener esa visión seguiremos siendo activos de gran valor para la sociedad. En este sentido, me preocupa la pérdida de la parte humanística del arquitecto, pues a buen seguro habrá gente actualmente que la considere innecesaria. Perderíamos la esencia de lo que somos si esto sucede.
Ante todo, me gustaría que no siguiésemos devaluando nuestra profesión nosotros mismos como ha sucedido en los últimos años, ya bien sea por la falta de calidad en nuestro trabajo o por falta de reconocimiento del valor de nuestro propio trabajo. Si queremos ser valorados como profesionales primeramente tendremos que valorarnos nosotros mismos.