¿Tiene género la ciudad? Esta es la pregunta que le hacían a Sonia Puente Landázuri, decana del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias, a raíz de la publicación de un artículo de opinión escrito por ella y publicado en el diario La Voz de Asturias el pasado mes de agosto. Ya en ese texto, Puente Landázuri explicaba qué era el urbanismo de género y cómo un cambio en la visión de la ciudad repercutiría en el día a día de los ciudadanos. El pasado viernes, 19 de octubre, este fue el tema que centró la conferencia de la decana del COAA ofreció en la universidad de Oviedo. Su charla fue el acto inaugural del ciclo de conferencias que la institución académica celebra en el marco del Máster Universitario y Doctorado en Género y Diversidad de la Universidad de Oviedo.
Durante su ponencia, Puente Landazuri explicó que la ciudad no es neutra, y añadió que “la construcción de la ciudad es un acto político, una expresión del sistema económico-social y por tanto, muestra la ideología de la sociedad que la habita”. Estas ideologías, explicó la decana del COAA, influyen entre otras cosas en el reparto de los roles sociales. “Aquí es donde interviene el género –dijo Puente Landázuri- como construcción social que es. Ya en la prehistoria se produce el reparto de roles (los hombres cazan, las mujeres recolectan y cuidan). La mujer ocupaba el mismo espacio para las tareas productivas y reproductivas, esto es, el hogar. Es a partir de la Revolución Industrial cuándo la mujer comienza a perder su hueco en el espacio productivo como consecuencia de la incompatibilidad de conciliación de trabajos al haberse producido una segregación de usos en la ciudad”. Se produce entonces que el trabajo reproductivo, aquel no remunerado, pasa a un segundo plano y es el trabajo productivo el que marca el eje de la vida de la población. “Consecuencia de esto son las ciudades que heredamos”, explica.
Puente Landázuri realizó en su ponencia un recorrido por los distintos antecedentes del urbanismo de género, como es el movimiento Housekeeping, o la carta de Atenas y las reacciones que surgieron a este manifiesto. Mencionó a urbanistas como Jakoba Mulder o activistas como Jane Jacobs, y recomendó distintas lecturas como La ciudad no es un árbol, de Christopher Alexander o el Derecho a la ciudad de Henri Lefebvre.
Tras estos antecedentes, Puente Landázuri entró de lleno en el significado del urbanismo de género. En concreto, explicó que “lo que hace realmente es poner a las personas en la cúspide de la pirámide a la hora de abordar el trabajo disciplinar, la ciudad es de y para las personas”. “No es un urbanismo para las mujeres en exclusiva, es un urbanismo para hacer la vida más fácil a todas las personas”, dijo, y añadió que “el urbanismo de género quiere romper con esa segregación urbana y a la vez social, introduciendo la variable del trabajo reproductivo, el de los cuidados, a la par que el productivo, tradicionalmente dominante”. Otro de los temas que abordó en su ponencia también tiene que ver con la seguridad en la ciudad y la violencia contra la mujer: “Un agresor sexual se pensará, muy mucho, cometer el delito en una calle muy frecuentada, con bajos comerciales llenos de vida y, sin embargo, campa a sus anchas en los, ya no tan nuevos, barrios residenciales de las periferias de nuestras ciudades, sin apenas tejido comercial de barrio, “sin calle”, a modo de espacio público diverso”, comentó.
Sonia Puente Landázuri dio también las pautas para conseguir incluir la perspectiva de género en el urbanismo:
La decana del COAA, Sonia Puente Landázuri, concluyó explicando que “la ciudad, en su amplio sentido, es la entidad más compleja que ha creado la humanidad. Es el escenario donde desarrollamos lo más importante que tenemos, nuestra vida”. “Todas las personas tenemos derecho a una ciudad igualitaria ”, dijo.