El Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias, a través de la labor realizada por el Grupo de Patrimonio, en su deseo de preservar, dar a conocer y proteger la buena arquitectura existente en nuestra región, ha conseguido la inclusión de tres nuevas obras en el registro DOCOMOMO IBÉRICO.
En concreto, en la última comisión técnica de la Fundación, celebrada el 13 de junio en Madrid, se acordó incorporar el Teatro Prendes de Candás, Carreño, del arquitecto José Antonio Muñiz Muñiz, proyectado en 1955; los parques de zona y viviendas para camineros del arquitecto Luis Cubillo de Arteaga, construidas en 1965 en Luarca, Cangas del Narcea y Entrialgo (Laviana); y la fachada de la central de Aboño y edificio de servicios auxiliares, obra del arquitecto Joaquín Vaquero Palacios, de 1974. Con la inclusión de estos tres proyectos, ya son 80 las obras asturianas incluidas en el registro de DOCOMOMO IBÉRICO.
El Teatro Prendes de Candás (José Antonio Muñiz Muñiz, 1955) destaca por la resolución del edificio, con un prisma de proporción horizontal de ladrillo y hormigón que se integra entre los volúmenes de los bloques de viviendas vecinos. En las fachadas adquieren especial protagonismo unas celosías de hormigón formadas por una serie de nervios verticales que en la fachada de acceso se cierra con un elemento traslúcido que permite iluminar las estancias interiores y que mantiene su diseño compositivo en la fachada lateral, aunque sin mantener la función de la principal. Los huecos de acceso se remarcan con unos recercos que adquieren mayor vuelo en la parte superior. El tamaño de la escena demuestra claramente su origen teatral, posteriormente adaptado para proyecciones cinematográficas. Respecto del diseño original se han perdido unos elementos curvos situados sobre la zona del patio de butacas más próxima a la escena que ayudaban a mejorar la acústica del local y que la humedad dañó considerablemente, siendo sustituidos por el techo acústico plano actual.
En cuanto a los parques de zona y viviendas para camineros de Luarca, Cangas del Narcea y Entrialgo (Laviana), (Luis Cubillo de Arteaga, 1965), se trata de un proyecto que utiliza el mismo esquema en los tres lugares, adaptándolo a cada uno de los solares. Un cuerpo bajo que alberga los almacenes de maquinaria y oficinas se quiebra en planta para dar dinamismo a la composición del edificio y facilitar el movimiento de los vehículos. Las pendientes de las cubiertas y desplazamientos en algunas dependencias recuerdan arquitecturas nórdicas como las del danés Arne Jacobsen. Tanto el anterior edificio como los bloques de viviendas se realizan en ladrillo cara vista buscando un bajo mantenimiento. Las viviendas se resuelven en compactos volúmenes en los que cabría señalar los corredores de acceso y las terrazas de importantes vuelos (2 m) con protecciones de madera, que junto con los sobrios huecos le confieren al conjunto una cierta abstracción en la composición. En el conjunto de Luarca destaca un interesante depósito de agua realizado en hormigón armado con un marcado carácter plástico.
Sobre la fachada de la central de Aboño y edificio de servicios auxiliares (Joaquín Vaquero Palacios, 1974), cabe decir que la labor de Vaquero Palacios en esta central no fue como en el caso de Proaza una actuación que abarcara la totalidad de la instalación, sino que debía actuar sobre un prisma de grandes dimensiones que albergaba las instalaciones del edificio. El propio arquitecto hablaba de este proyecto comentando cómo “debió encontrar en aquel mundo de estructuras funcionales la manera de establecer un orden estético, para entendimiento y paz visual, y ello con el recurso único de este trabajo, la belleza de lo descomunal (título de la reciente exposición realizada sobre el arquitecto en el Museo ICO de Madrid) y, hasta si se quiere de lo monstruoso. Era algo como pretender poner orden a un ciclón o a un terremoto”.
La utilización de una serie de chapas metálicas blancas, negras y rojas consiguen desmaterializar el importante volumen sobre el que se apoya, consiguiendo una pieza artística de un gran tamaño. Junto a éste volumen también realizó el arquitecto un edificio de servicios auxiliares que permitiría albergar los despachos y las oficinas de los técnicos, con una sala vestíbulo en planta baja para la cual Vaquero diseñó el mobiliario, con la particularidad de que debía servir tanto como zona de espera como, moviendo mínimamente los muebles, sala de juntas. En los costados de la misma realizó dos largos murales decorativos en línea negra sobre cobre bruñido con motivos del montaje de líneas.