En la presentación de su conferencia, se dijo de él que convierte en una obra de arte cada detalle constructivo del interior de sus proyectos. Andrés Diego Llaca (Oviedo, 1955) es el arquitecto asturiano más admirado por los diseñadores y interioristas y una buena cantidad de ellos se acercaron a escuchar su contribución a las Jornadas iN 2018 de diseño de interiores, organizadas por la Escuela de Arte de Oviedo con la colaboración del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias (COAA). El pasado 22 de marzo, en la sede de la capital asturiana, mostró a estudiantes y profesionales sus procesos creativos y el resultado de sus proyectos en una intervención basada en tres de sus trabajos de los últimos años.
Diego Llaca escogió para la ocasión tres intervenciones en espacios y edificios ya existentes: un piso reformado en el centro de Oviedo, un bajo comercial convertido en clínica oftalmológica, también en Oviedo, y la unión de dos casas de tipología tradicional para convertirlas en una sola vivienda en una aldea del concejo de Llanes. El encargo más ambicioso, tanto por el tamaño del local como por el presupuesto, era el segundo, aunque el arquitecto, cuya modestia y discreción había elogiado en su semblanza introductoria el director de Actividades de la Escuela de Arte, Santiago Martínez, sostuvo que simplemente había adaptado al nuevo entorno las decisiones adoptadas por José Antonio Hevia al diseñar la clínica original de la que ahora se ha mudado a una nueva sede una saga familiar de oculistas. «Me gusta cómo unifica todo su espacio central rectangular», afirmó.
Diego Llaca decidió respetar los materiales originales (lacados, latón y madera, además de granito en los suelos) y no apartarse en exceso del aspecto anterior, que consideraba ya parte de la imagen corporativa de la clínica. Más creativo se mostró en Llanes para solventar el problema de una rehabilitación en dos fases separadas por 30 años. La unificación de dos casas con orientaciones distintas en sus fachadas y situadas a alturas diferentes planteaba, en especial, el problema de dotar a la única vivienda resultante de su unión de suficiente luz natural. Su solución consistió en derribar parte del muro que da a la galería para instalar en su lugar unas puertas correderas de vidrio, además de abrir lucernarios para difundir la iluminación por el hueco de la escalera.
En el piso de Oviedo, la puesta al día de una vivienda construida hace 50 años en un bloque del centro de la ciudad, también convenció a su cliente para respetar la distribución de los espacios decidida por el autor de los planos originales. «Era muy buena y me pareció que no iba a mejorarla», confesó. Su trabajo se centró, sobre todo, en la actualización de la cocina y los baños, los espacios que, a su juicio, envejecen con mayor rapidez en cualquier casa. Nuevos lucernarios, nuevos huecos y una decoración actual han dado nueva vida a esos espacios.
VÍDEO DE LA JORNADA